Últimamente me he estado preguntando cómo será estar con uno de esos jugadores de fútbol mega-famosos. Me viene este deporte a la cabeza porque constantemente nos topamos con las cifras astronómicas que suponen sus fichajes, compras y ventas, y no sé qué visión de la sexualidad tendrán estos nuevos “próceres” de la patria.
Me pregunto si les gustará el juego de la seducción, si se entretienen en el juego de la conquista, y por ello les estimula una cierta resistencia, o si por el contrario, acostumbrados a la inmediatez en sus deseos, abandonan esa improbable presa y se lanzan a la caza de otra mejor dispuesta, que les haga el trabajo.
Me inclino a creer, no sé por qué, que la mayor parte de estos nuevos famosos no-sólo-por-su-trabajo se ajustan al patrón correspondiente al segundo tipo. Cuando consigues todo lo que quieres con facilidad, a no ser que en tu entorno más íntimo alguien aporte un poco de cordura, o que esto te suceda en la madurez (no es este el caso que me ocupa, y además, a veces ni la madurez te salva de la estupidez), te vuelves caprichoso e impaciente, poco tolerante a las frustraciones.
Y suponiendo que el mozalbete pertenezca al improbable grupo uno, ¿cómo será follar con él?, ¿será de los que gustan de llevar la voz cantante, follando enérgicamente (al futbolista, la salud y la resistencia se les supone, como el valor al torero) y haciéndote pedir más y gritar que es el mejor, que es buenísimo, que es la p…?, ¿o a lo mejor gustan de ser dominados, cansados de su faceta de líder, hombre fuerte, resolutivo, bla, bla bla?, y desean de algún modo ser sometidos, trasladar la responsabilidad a otros, ser estimulados en lugar de guiar, estimular y rematar. Igual es un descanso para ellos toparse con una mujer de armas tomar.
En todo caso, lo dudo. Las mujeres de armas tomar suelen serlo en todos los aspectos, y dan trabajo. Si vas a una tienda y hay un mostrador lleno de distintos pasteles, todos ellos apetecibles, y en una balda de difícil acceso hay otro pastel distinto pero seductor, ¿qué elegirías?.
Encontrar a un hombre que se ponga de puntillas para alcanzar ese solitario pastel es bien difícil, aunque siempre he creído que, si lo encuentras, se convierte en un regalo inesperado y especial.
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