A menudo me pregunto qué es más inteligente, soportar una situación incómoda, o incluso abiertamente hostil, encontrando la manera de sobrellevarlo, y esperar a que se diluya el tema (o incluso tratar de adoptar falsos comportamientos que nos protejan de la hostilidad, a costa de traicionar nuestros principios e idiosincrasia), o bien enfrentarse a la situación y cortar por lo sano.
Quizá la primera solución sea la más inteligente, la que permite adaptarse mejor al medio y sobrevivir, pero me parece tan alto el peaje por la tranquilidad, tan profunda la traición al fuero interno,...quiero decir que tomar esa actitud en pequeñas cosas es un buen sistema de adaptación, porque no es cuestión de andar "a la gresca" contínuamente con todo el mundo; pero cuando el problema afecta a gran parte de tu vida, la cosa cambia. Está claro que hay que elegir las batallas de un modo lo más consecuente posible, porque, entre otras cosas, estar batallando contínuamente sería agotador, así que aprendes a callar, a ser diplomático, es útil ...salvo en aquello que daña de algún modo nuestro núcleo interno.
Por ejemplo, no me voy a pelear porque la gente no entienda por qué me caso de rojo, invito a 50 personas y le digo al clérigo oficiante que uno de los contrayentes es ateo, cuando era más fácil adptarse a lo establecido y mentir cual bellaca; pero sí me enfrentaré cuando una animadversión personal en el trabajo corrompe de tal modo la faceta profesional que me impide trabajar, porque al trabajo voy a trabajar, no a hacer amigos.
La segunda opción es más amarga, e incluso puede ser malinterpretada por quienes no entiene eso de salirse de lo establecido, pero por el contrario, me parece más fiel a uno mismo. Aquellos que te aconsejan diciéndote que es mejor hacer en cada momento lo que conviene, no piensan en lo que te conviene a ti, sino en lo que les conviene a ellos (las etiquetas y los rebaños son más cómodos), o a la sociedad.
Con esto quiero decir que en algún momento has de tomar la decisión sobre si siempre vas a hacer aquello que es aceptado por la sociedad (en sentido extenso e "intenso") o por contra lo que es saludable para ti mismo, aunque tus relaciones sociales se resientan en muchos casos, porque los raros no están bien vistos (pero los hijos de puta, si, qué cosas).
La cuestión es elegir las batallas con cuidado, sopesar qué se gana y qué se pierde, porque no se puede vivir de espaldas a todo el mundo, ni tampoco de espaldas a uno mismo.
Y seré tonta rematada, pero no puedo evitar preferir la opción amarga, pese a que entiendo las ventajas de adoptar otra actitud. Simplemente no puedo y no quiero. Y tiendo a apreciar más y mejor a las personas que eligen el camino difícil.
viernes, 26 de marzo de 2010
lunes, 22 de marzo de 2010
El Sol
Tanto tiempo esperado y que tan poco se prodiga en la zona donde vivo y trabajo.
El sol, a mi parecer, colabora en apaciguar conflictos y hostilidades (siempre que el agua esté asegurada,¿eh?, que ya se sabe que por agua y por tierras ma-ta-mos), ya que, al menos mi buen humor es constatable; y resulta indispensable para la síntesis de vitamina D.
Curiosamente, se ha desarrollado una hipótesis sobre el origen de las distintas coloraciones pigmentarias de la piel, relacionada con la exposición a la luz solar, y por tanto dependiente de las horas de sol.
Allá va: como está demostrado que la piel oscura deja pasar menos los rayos ultravioleta y sintetiza menos vitamina D, y teniendo en cuenta que nuestros ancestros comunes habitaban en África ("ergo" debían de estar bien chamuscaditos), al emigrar hacia zonas con mucha menos intensidad lumínica y horas de sol, los individuos con mutaciones que implicaban aclaramientos de la piel estaban mejor adaptados a los nuevos ambientes. Perfectamente posible, ¿no?.
En otro orden de cosas, a mi la claridad, los dias soleados, aún cuando fríos, me producen una sensación curiosa, un ligero cosquilleo en los labios vaginales, una incierta promesa que pocas veces se cumple; pero en sí misma la promesa merece la pena, parece la representación física del cosquilleo del alma.
Lástima que esto sea Galicia y en dos dias, a lo sumo, vaya a llover. Fijo. Hasta entonces, estaremos felices mi cosquilleo y yo.
Ah, y el próximo que se ria de mi color de piel, sufrirá una disertación sobre la perfección adaptativa que ello supone, viviendo en Europa...¡y a rascar!.
El sol, a mi parecer, colabora en apaciguar conflictos y hostilidades (siempre que el agua esté asegurada,¿eh?, que ya se sabe que por agua y por tierras ma-ta-mos), ya que, al menos mi buen humor es constatable; y resulta indispensable para la síntesis de vitamina D.
Curiosamente, se ha desarrollado una hipótesis sobre el origen de las distintas coloraciones pigmentarias de la piel, relacionada con la exposición a la luz solar, y por tanto dependiente de las horas de sol.
Allá va: como está demostrado que la piel oscura deja pasar menos los rayos ultravioleta y sintetiza menos vitamina D, y teniendo en cuenta que nuestros ancestros comunes habitaban en África ("ergo" debían de estar bien chamuscaditos), al emigrar hacia zonas con mucha menos intensidad lumínica y horas de sol, los individuos con mutaciones que implicaban aclaramientos de la piel estaban mejor adaptados a los nuevos ambientes. Perfectamente posible, ¿no?.
En otro orden de cosas, a mi la claridad, los dias soleados, aún cuando fríos, me producen una sensación curiosa, un ligero cosquilleo en los labios vaginales, una incierta promesa que pocas veces se cumple; pero en sí misma la promesa merece la pena, parece la representación física del cosquilleo del alma.
Lástima que esto sea Galicia y en dos dias, a lo sumo, vaya a llover. Fijo. Hasta entonces, estaremos felices mi cosquilleo y yo.
Ah, y el próximo que se ria de mi color de piel, sufrirá una disertación sobre la perfección adaptativa que ello supone, viviendo en Europa...¡y a rascar!.
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