La barrera de lo racional a veces resulta infranqueable. No obstante, los seres humanos somos animales; con unas peculiaridades que nos hacen distintos a otro animales, lo concedo, pero animales, al fin y al cabo. La razón debería servir para moderar o modular los instintos y emociones propias de nuestra naturaleza, siempre capaz de lo mejor y de lo peor. Sin embargo, nuestra educación agustiniana con tintes platónicos nos impulsa a emplear la razón como total dominadora, la que ahoga los instintos, digo bien, no la que los modula sino la que los arrasa, tiñendo nuestra parte similar al resto de los animales de un añil maligno y culpabilizador. Tender a Dios eliminando al animal, cuando el Dios en que algunos creemos era humano también.
Por eso me enfado conmigo misma cuando lloro por lo que veo en el telediario, cuando me afectan los comentarios de los demás o siento que algunos amigos me dan la espalda, cuando veo la flagrante injusticia, el atrevido engaño, cuando no soy capaz de responder a deseos físicos porque mi estado no es el adecuado,…..siempre fustigándome porque el dominio de la razón no es total; yo, que soy tan razonable.
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